Hace un par se semanas os hablé del marco curricular de la LOMLOE. Sin embargo, más allá de lo establecido por la legislación vigente, una programación didáctica debe adaptarse al grupo y no al revés. Por ello, es necesario conocer bien el contexto y los recursos que este nos ofrece si queremos programar de una manera más eficiente y realista.
En mi caso, tengo alumnos con familias que tienen (en general) escasos recursos, con pocas oportunidades de exponer a sus hijos a una variedad de situaciones suficientes como para poder adquirir conocimientos formales. Por este motivo, somos los docentes los que debemos disipar esas lagunas. La clave está en que, después de llevar a cabo nuestra programación didáctica, nuestros alumnos estén lo mejor preparados posibles para enfrentarse al mundo personal y laboral (en ese orden).
Para programar bajo esta premisa, vamos a aplicar la estructura curricular que resumí en mi artículo anterior al contexto. Comenzamos:
Es importante que nuestros alumnos conozcan bien nuestros objetivos (y no me refiero exclusivamente a los de etapa, que han dejado de tener el foco legislativo sobre ellos). Para ello, debemos usar un lenguaje más cercano que el que solíamos emplear en nuestras antiguas programaciones y dejarles muy claro qué vamos a hacer para poder alcanzarlos. Que no haya objetivos claros para ellos puede ser motivo de disrupción. Y cuando digo objetivos claros no solo me refiero a la forma de transmitirlos, sino a hacer que los alumnos sientan que tienen sentido para ellos.
En cuanto a las competencias clave, ahora tenemos descriptores operativos que concretan el progreso que, necesariamente, requiere la adquisición de cada una. Si un descriptor operativo de la competencia clave digital es que el alumno “realiza búsquedas avanzadas en internet atendiendo a criterios de validez, calidad, actualidad y fiabilidad, seleccionándolas de manera crítica, archivándolas adecuadamente para su recuperación y referencia y reutilizándolas con respeto a la propiedad intelectual”, podemos diseñar una actividad donde (mediante una tabla de cotejo, por ejemplo) podamos comprobar si cumple con cada requisito de este descriptor.
Con respecto a los saberes básicos, el primer paso debería ser comprobar los conocimientos previos de nuestros alumnos. Para ello, existen formas no invasivas de averiguarlos lejos del tradicional “examen inicial”, que lo único que suele aportar es algo que ya sabíamos de antemano y es que existen distintos niveles y/o ritmos de aprendizaje en una misma aula. Algunos ejemplos podrían ser:
– Que escriban dos verdades y una mentira sobre lo que recuerden del año anterior, justificando por qué una es falsa.
– Realizarles un cuestionario inicial donde los alumnos también exploren en sus emociones: qué les gustó o sirvió más del curso pasado, qué técnicas funcionaron mejor, en qué sentido sienten que su maestro se adaptó a sus necesidades…
No podemos olvidar que todo esto debe servir para ajustar nuestra programación didáctica a nuestro contexto.
Si seguimos con las competencias específicas (recordad que estas son de cada materia), mi recomendación siempre es hacer énfasis en lo funcional y en lo emocional. Mirad un ejemplo de competencia específica en Matemáticas: «Desarrollar destrezas personales que ayuden a identificar y gestionar emociones al enfrentarse a retos matemáticos, fomentando la confianza en las propias posibilidades, aceptando el error como parte del proceso de aprendizaje y adaptándose a las situaciones de incertidumbre, para mejorar la perseverancia y disfrutar en el aprendizaje de las matemáticas».
Esto no significa que no tengan que saber hacer una raíz cuadrada, pero, sin que suene a bronca (y, en todo caso, me la echaría a mí también), muchos problemas de comportamiento en el aula se deben a que los alumnos no encuentran la utilidad de lo que estamos enseñándoles. La obligación de nuestros alumnos es la de estudiar, sí, pero la nuestra es la de programarles ese estudio, y para eso no podemos cortar y pegar una programación que ha sido diseñada para cualquier contexto. A todos nos gusta ser recordados positivamente aunque nuestra obligación sea enseñar bien, ¿no? Pues es nuestra oportunidad. ¿Cómo lo materializamos? Con situaciones de aprendizaje diseñadas para ellos. Es la mejor manera de que sean capaces de ver ejemplos cercanos donde aplicar lo que están estudiando a otros ámbitos de sus vidas. Es lo denominado como “transferencia”: extender lo aprendido para responder a otras preguntas, para desenvolverse en otros contextos.
Aquí me gustaría hacer un inciso para recordar que no podemos olvidar incluir los valores en nuestra programación didáctica. Nosotros actuamos como modelos positivos para nuestros alumnos y yo no querría tener un alumno que se sepa muy bien el “become, became, become”, pero que no haya aprendido a crecer como persona. El último año que estuve en el IES Antonio de Ulloa, cité a las madres sin que sus hijos lo supiesen para que les escribieran mensajes en un libro que les había preparado. Esos mensajes se proyectarían en público el día de la graduación de segundo de bachillerato. NINGUNO de esos padres hizo referencia a las notas en esos mensajes y sí a los valores.
Cuidemos nuestras metodologías. Tenemos que prever y saber que, para avanzar, a veces hay que parar (incluso retroceder). Debemos proporcionar andamiajes (para entenderlo, pensad en cómo se van aportando y quitando andamios en una obra) y, en la medida de lo posible, multinivelar mediante el ofrecimiento de la elección de diferentes formas de trabajar un mismo saber básico. Hay varios artículos sobre metodología y atención a la diversidad en este blog.
Por último, la evaluación debe incluir el proceso (¿para qué hemos adaptado la programación si no?). Debemos pararnos para explicar a nuestros alumnos cuáles son los criterios de evaluación y de calificación, dando prioridad al “qué sabes hacer” frente al “qué has aprendido”. También tenemos que evaluar nuestra programación y nuestra práctica docente. No hace falta que, en una encuesta al final del trimestre, María del Carmen nos diga que somos un 10 o que “el Johnny” nos ponga un 0 (y perdón por los prejuicios con los nombres). Un comentario en un buzón de sugerencias que pongamos en clase nos puede servir como reflexión. No pasa nada si nos hemos equivocado al programar algo. Con ajustarlo más al contexto siempre será suficiente.
8 comments
Qué entrada de blog más bonita e interesante! No sabría elegir un párrafo porque cada uno supera al anterior. Gracias por compartirlo. Para los que queremos dedicarnos a la enseñanza es pura inspiración!!
Alicia, para los que estamos dentro también lo es. A mí me encanta leer a José Enrique.
Pues escucharlo es mejor todavía!!
Hola! Ayer hice un comentario, pero parece que no lo publiqué bien.
En él decía que te sigo desde hace muchos años, me gustan mucho tus publicaciones.
En el curso pasado hiciste una magistral comparación entre los elementos de la programación y el cocido de la abuela. Podrías hacernos esa comparación con la Lomloe? Me gustaría, con tu permiso, enseñársela a mi sobrina que es bióloga y opositar este año.
Un beso.
Hola, Juana:
Creo que las nuevas tendencias culinarias (metodologías) no deben permitir que los platos tradicionales («sabores» básicos) pierdan su esencia. De nada sirve que despleguemos nuestras competencias específicas en nouvelle cuisine si, al final, el alumnado se queda con hambre…
Gracias por leerme. Un beso.
Subrayo el comentario de Alicia, tal cual. Cuando vemos el objetivo claro, lo contagiamos. Casi de forma automática las estrategias salen solas. Y casi siempre, para cada alumn@, la misma actividad cumple su objetivo propio.
Gracias por hacernos reflexionar.
Hijo una vez hice un curso de formador de formadores y nos hablaron mucho de la metodología y los criterios de evaluación pero lo que acabas de explicar es ÚNICO como todo lo qué haces….TE QUIERO HIJO.
Coincido totalmente en el enfoque! Gracias por poner en palabras tan claritas lo que a veces se nos hace un mundo