Hace casi un año, os hablé de mi MAESTRO Chano. Este sábado, día 20 de noviembre de 2021, pudimos abrazarnos. Fue un abrazo fuerte, lleno de esa energía que recordaba y que aún mantiene. En las tres horas que duró el almuerzo, nos pusimos al día, comprobamos lo mucho que nos parecíamos y no paramos de sonreír en todo el tiempo.
Este es el artículo que escribí sobre y para él, porque lo quiero, por lo mucho que le debo y por seguir siendo mi modelo a seguir. El sábado volvió a demostrármelo:
– Buenas tardes, MAESTRO.
El resto de la conversación me la guardo para él y para mí…
Hacía mucho tiempo que quería saber de él. Todos mis amigos y alumnos me han oído hablar de mi MAESTRO Chano, y me parecía injusto que hubiesen pasado 23 años y todavía no le hubiese dado las GRACIAS por todo lo que hizo por mí.
Corría (como corren todos los años en la adolescencia) el curso escolar 1997-1998. Yo era un pupilo que apenas sabía mirar a los ojos (afortunadamente, eso me lo enseñó el Teatro tan solo unos meses más tarde). Era un buen estudiante que sabía situar Neptuno pero que no sabía situarse a sí mismo… Lo que sí tenía claro es que quería ser MAESTRO. Hasta entonces, las matemáticas eran la forma de expresión que más se asemejaba a mi personalidad: ordenada, metódica, cuadriculada a veces.
Pero entonces llegó él. Fue nuestro tutor aquel año y nos enseñó inglés (ya lo creo que nos enseñó…) Como un huracán entra en La Habana, mi MAESTRO Chano arrasó con todos nosotros, llevándonos a donde él quiso y dejando un remanso de paz y cariño incomparable con el de ningún otro profesor.
El hombre de la sonrisa amplia se supo ganar el respeto de todos, incluso de los que siempre habían dado por perdida esa asignatura. Así que lo noté: yo quería ser como él.
Haciendo acopio de un valor que nunca había mostrado, me acerqué a mi teacher para pedirle una tutoría. Le dije que quería ser MAESTRO pero no sabía si de matemáticas o de inglés… Él me pidió que fuese a su departamento al día siguiente para hablarlo más despacio y así lo hice.
No recuerdo cómo encontré aquel departamento (mucho más fácil situar Neptuno, ya os digo) ni de dónde saqué el valor para llamar a la puerta y entrar. Allí estaba él y aquí reproduzco la conversación que conservo grabada a fuego desde entonces:
– Cuéntame, ¿qué te pasa?
– Chano, verá… Yo quiero ser MAESTRO. Hasta ahora he tenido claro que de matemáticas pero, desde que lo conozco a usted, me está gustando el inglés también…
– Es una decisión difícil, pero que tienes que tomar cuanto antes para ubicarte en el bachillerato apropiado. Voy a intentar ayudarte -dijo abriendo un cajón de su mesa y sacando tres folios impresos-. Mira, esto es un billete de avión para que viajes a Londres. Allí vivirás con esta familia. Tiene tres hijas pequeñas que serán tus verdaderas maestras de inglés. Y esta tercera hoja es del colegio donde estudiarás. Te vas un mes y, cuando vuelvas, me dices qué has decidido…
Salí más nervioso de lo que entré… Antes de cerrar la puerta, el MAESTRO que había conseguido que ya hubiese tomado una decisión incluso antes de volar, me dijo la frase más bestial que me han dicho hasta la fecha (después del «sí, quiero») y por lo que le estaré agradecido mientras mis dedos se sigan impregnando de tiza:
-¡Ah, por cierto! Ayer llamé a tu madre. Ayer le conté a tu madre lo que te pasaba. Ayer tu madre me dijo que no podía pagarte un viaje a Londres. Y ayer tu madre fue al banco a pedir un préstamo para ti. Que nunca se te olvide…
5 comments
Lo que daría yo por una comida como la tuya con mi maestra de lengua, mi GRAN Carmen G.
Era un encanto de mujer, con dos ovarios bien puesto al igual que todas sus ideas bien claras.
Podías hablar con ella de todo y lo que tuvieras duda o algo que decir ella te escucharía, daría su mejor versión y te apoyaría si hiciera falta.
Que grande era Carmen, yo la tenía como referente como una abuela (era mayor y yo solo me crié con una y me faltó el cariño de la otra siempre) y con ella podías ir hasta el fin del mundo, que es lo que más hubiera querido en su momento. Algunos amigos tuvieron la suerte de hacerlo al siguiente año de yo tenerla y decían que era la caña en el viaje hasta el punto de querer hacer topless cosa que a nosotros de jóvenes nos hacía mucha gracia que esa mujer tan mayor quisiera hacer… Pero poco después de yo salir del instituto se nos marchó para no volver pero siempre la tengo en mi corazón y aunque no me enseñó a ser maestra si a ser mejor persona.
Que suerte que al final fueses maestro de inglés y que te hayas cruzado en mi camino. Ahora la historia la estás creando tu conmigo. Gracias MAESTRO
Me hubiese encantado verlo y decirle qué NUNCA se te ha olvidado aquel préstamo porque me lo has devuelto y hasta con intereses.
Te quiero hijo
En la primera clase de Sapientia nos contaste esta y otras anécdotas que me encantaron y emocionaron. Ahora, al leerte, me emociono otra ve
Ea, ya me has hecho llorar otra vez. Los grandes maestros no se olvidan en la vida por lo grandes personas que fueron.